BARRIO CIMADEVILLA EN GIJÓN

 

El carisma ciudadano de Gijón se vive doblemente en uno de sus barrios con más esencia. Cimadevilla siempre ha tenido, y aún conserva, un aire popular, testigo y protagonista de los acontecimientos históricos más señalados de la ciudad. Los vientos originarios de Gijón aún se dejan ver en las fachadas y calles, así como en un ambiente excepcional, siempre singular, que le viene de antaño y que está cargado de historias de pesca, trato familiar y mundanismo en sus mil sidrerías. Un entorno único que no es fácil encontrar en otros cascos históricos peninsulares, por muy de cara al mar que se hayan forjado. Cimadevilla no ha puesto cortapisas a su desarrollo, presume de tradición pero también es pura vanguardia. Una obra de Chillida: el Elogio del Horizonte, ya es por méritos propios el símbolo de la ciudad. Se mire por donde se mire, la enorme escultura tiene mucho de horizonte, se muestra distinta en cada perspectiva y nos propone a cada mirada el cosmopolitismo de Gijón.


El Cantábrico y el ajetreo urbano han dejado huellas imborrables por igual. Pero sobre todo están las huellas de sus moradores: pescadores, cigarreras, artesanos... hombres y mujeres playos, que es como se les conoce a los nacidos en este barrio. Sus calles se muestran de día aparentemente tranquilas, pero de noche se produce la transformación y pasa a ser un lugar de encuentro y reunión, restaurantes y sidrerías en cada esquina, y gran número de bares de copas para llegar a la madrugada. Se puede empezar con unas nécoras o bocartes, animarse con sidra, y si se tercia, terminar muy tarde o muy temprano, según se mire, con un buen desayuno cerca del puerto deportivo.

Tras conocer años de cierto abandono en sus inmuebles, hoy en día resulta un placer pasear por sus recoletas calles y plazas. Los edificios han renovado sus fachadas, se han lavado la cara. Más de doscientos edificios están especialmente protegidos y al menos una docena forman parte del patrimonio cultural e histórico de Gijón.

Podemos hacer un recorrido planificado de unas dos horas de duración para empaparnos de su tipismo y sabor marinero. Empezaremos en la bella Plaza Mayor presidida por el Ayuntamiento, escenario de actos festivos y celebraciones populares como la Semana Grande o el Antroxu (Carnaval). Atravesamos el arco de la zona oeste y nos encaminamos al puerto deportivo, nos topamos con el Monumento a Don Pelayo (homenaje al primer rey de la Monarquía Asturiana que figura en el escudo de la ciudad), está en el centro de la plaza del Marqués. Aquí está ubicado el Palacio de Revillagigedo, del siglo XVIII, que sorprende por su belleza barroca y que hoy en día es un Centro Internacional de Arte Contemporáneo. Suele albergar exposiciones temporales de gran mérito nacional e internacional y por su sala siempre pasan las obras de artistas talentosos. Tiene adosada a él la Colegiata de San Juan Bautista que sirve de escenario para conciertos de música clásica a lo largo del año. En Cimadevilla la vida cultural transcurre al mismo nivel que su ambiente bullicioso.

Avanzamos por el paseo del Puerto Deportivo, con instalaciones envidiables y cuidadas y un entorno muy bello que lo han convertido en escala de numerosas regatas. Al final del paseo, el espigón cierra el puerto, cuando el mar bate con fuerza es un espectáculo que no debe perderse pues las olas sobrepasan el muro de contención. Subimos por la conocida Cuesta del Cholo (término éste que trajeron los emigrantes que venían de América) y así nos acercamos a las callejas que los gijoneses llenan cuando llega el buen tiempo.

Unos metros más adelante podemos admirar la Capilla de la Soledad del s.XVII, sede espiritual del Gremio de Mareantes, cuya festividad tiene lugar en septiembre. Fechas en las que el barrio entero bulle en fiestas y celebraciones.

Al final de la calle Artillería está ubicada la vanguardista escultura Nordeste, realizada en hierro cortén por Joaquín Vaquero Turcios. Simboliza el viento más esperado en los veranos gijoneses, pues es el que empuja y barre las nubes y asegura un día soleado. Subiendo en dirección al Cerro de Santa Catalina, pasamos por lo que en su día fue un complejo militar artillero y en la actualidad ha sido recuperado para el disfrute de los gijoneses y visitantes que se animen con un paseo único.

Un último esfuerzo por los caminos trazados en el césped para llegar a lo alto de la colina y poder disfrutar de la escultura del Elogio del Horizonte, obra de Chillida, nos iremos acercando hasta el centro mismo de esta impresionante obra de hormigón, lugar desde el que se oye el mar, por un efecto caracola. Aunque el vanguardismo de esta obra causó rechazo en un principio, la obra de Chillida se ha convertido en parte indisoluble de la ciudad. Figura como logotipo y estampa obligada de cualquier folleto, cartel, libro o pegatina que se refiera a Gijón.

Tomamos la senda que va paralela al mar y descendemos dejando atrás el Club Astur de Regatas, club privado que disfruta de unas vistas envidiables de la bahía de San Lorenzo. Cuando llegamos al final de la cuesta divisamos uno de los lugares más reconocibles de la ciudad, se trata de la Iglesia Mayor de San Pedro, de origen gótico. Está ubicada en el espacio ajardinado conocido como Campo Valdés, donde se alza la estatua en honor del emperador César Augusto, recordando así el pasado romano de la villa de Gigia. Casi en el subsuelo del templo se encuentran las Termas Romanas, que cuentan con un interesante museo ofreciendo al visitante una completa visión del pasado romano de Gijón. Un pasado que aún se explora con excavaciones y programas arqueológicos inacabados.

Varios edificios cercanos nos llaman la atención, la fachada principal de la Antigua Pescadería (hoy alberga dependencias municipales), la Torre de los Jove-Hevia y la Capilla de San Lorenzo de Tierra, ambas del siglo XVII. Lo más llamativo de ésta última resulta el comprobar en su fachada pétrea los efectos ininterrumpidos de la erosión marina, siglo tras siglo.

Varias construcciones de interés se congregan en la vecina Plaza de Jovellanos, ocupando una relevancia mayor el Museo Casa Natal de Jovellanos. Destacables obras de pintura asturiana de los siglos XIX y XX cuelgan de sus paredes, así como esculturas contemporáneas. Dentro no pasa desapercibido un bello patio interior. En él tienen lugar conciertos musicales con cierta frecuencia. Anexa a esta casona, y formando parte de su estructura, está la Capilla de Nuestra Señora de los Remedios, donde descansa el tan citado Melchor Gaspar de Jovellanos, estandarte de la ilustración española.

Salimos del museo y en el edificio de enfrente nos encontramos con un establecimiento hotelero que tiene el honor de haber sido la sede del Instituto de Naútica y Mineralogía que fundó Jovellanos.

Tomamos la Calle de los Remedios, a nuestra izquierda vemos una torre de tono rosáceo. Es la Torre del Reloj que, alzada sobre las ruinas de una torre romana, fue cárcel del partido judicial de Gijón hasta comienzos del siglo XX. Hoy en día es museo arqueológico y archivo municipal, con un buen número de fotografía de diferentes épocas históricas. Recomendamos asomarse a las ventanas del último piso y disfrutar de las estupendas vistas de la ciudad.

Giramos a la derecha, por la Calle de Campo Grande para así terminar nuestro paseo en la Plaza de Arturo Arias, conocida popularmente como la PLaza de las Recoletas Agustinas, de la Fábrica de Tabacos o Campo de las Monjas. Acondicionada a finales de los 90, es el lugar idóneo para disfrutar de unas sidras con los amigos. Los pescadores, las redes al sol, las cigarreras y las mujeres que diariamente acudían al lavadero, han dado paso a multitud de jóvenes y mayores que se reúnen en ella a charlar y disfrutar, aireados con la brisa más antigua y más moderna de la ciudad.
Fuente: gijon.com