El día en el que se inmoló el hijo de 'La Perala'
El 11 de mayo de 1964, en la calle de Eladio Carreño, Paulino Rodríguez accionó tres cartuchos de dinamita que se había atado alrededor de la cintura
'La Perala' quería ser actriz. Lo intentaba. Se pintaba, se ponía encima todos los collares que tenía y arrastraba un carrito de la compra desde la chabola de Ceares en la que vivía hasta los escenarios de sus pequeñas funciones. Los jardines de la Reina o el parque Infantil fueron testigos mudos de sus interpretaciones. Quiso ser actriz y lo logró a medias: tuvo una vida de película. Al menos, consiguió que su nombre llegase hasta la actualidad a modo de dicho. El refranero popular gijonés incluye a este peculiar personaje para referirse al recargo en el vestir. Y es que 'La Perala' era de todo, menos discreta.
Uno de los episodios más trágicos de su singular trayectoria lo vivió el 11 de mayo de 1964. Ese día perdió a su hijo en unas trágicas circunstancias. El joven, de 28 años, se inmoló con dinamita en la calle de Eladio Carreño, junto a la playa de San Lorenzo. Durante meses, no se habló de otra cosa en las calles y chigres de la ciudad. La muerte del hijo de 'La Perala' ocupa uno de los principales capítulos de la crónica negra gijonesa.
Pasaban las dos de la tarde cuando el chico entró en el portal número 11 de la calle en que decidió poner fin a su vida. Llevaba una bolsa en la mano. A los pocos minutos salió, cruzó los brazos sobre el pecho y los testigos vieron que llevaba algo en la cintura que se iluminaba. Era dinamita. Tres cartuchos. A los pocos segundos se escuchó una tremenda explosión en prácticamente todo el centro de la ciudad. Carmen Vega de Vidal fue una de las vecinas de la calle de Eladio Carreño que vio en directo la desgracia. «Fue horrible. Yo estaba asomada a la ventana; primero vi entrar al joven en el portal y luego, salir. La fuerte explosión me tiró para atrás y cuando volví a salir la imagen eran dantesca», contó en su día a EL COMERCIO.
Cuerpo mutilado
El gran estruendo fue un adelanto premonitorio de las dimensiones que alcanzó el suceso. El cuerpo de Paulino Rodríguez Gómez sufrió importantes mutilaciones y se encontraron restos a decenas de metros. No llevaba documentación encima, pero sí una medalla de plata de la Virgen de Contrueces y un cuchillo de deshuesar. Eso fue lo que le sirvió a Emilia Gómez, 'La Perala', para reconocer que el fallecido era su hijo. No tuvo consuelo y quienes la conocían aseguraron que nunca levantó cabeza e incluso se le quitaron las ganas de actuar.
Paulino Rodríguez había trabajado como peón de albañil en una cantera hasta pocos meses antes y, según comentaban sus compañeros, en alguna ocasión había amenazado incluso «con pegarse un barrenazo». Al final, llevó a cabo su propósito en plena calle.