Barrio de Pumarín

 

Pumarada

«Pumarín: Barrio de Tremañes. De pumar o pomar, latín pomarium, el manzano, por estar dedicado a la diosa Pomona» (Julio Somoza: «Historia General de Asturias», 1908).

En su «Diario», Gaspar Melchor de Jovellanos cita en más de una ocasión a Pumarín. Por ejemplo, en las anotaciones del 19 de abril de 1794 comenta problemas sobre el molino de la nueva Venta de Pumarín. El lunes 30 de mayo de 1796, festividad de San Fernando, se celebraba una feria de ganados muy concurrida en Contrueces, y Jovellanos vislumbra todo el panorama desde Pumarín. Desde ese lugar, que con el paso de los años será la parcelación de Munilla, luego Perchera y más tarde también Nuevo Gijón, Jovellanos medita sobre la belleza de la vida desde aquí contemplada.

Pumarín, la antigua «pumarada» (el lugar de manzanas), fue un terreno donde, hasta la década de 1950, sólo hubo caserías y cuadras. Por eso, si hablamos de urbanismo en Pumarín, hablamos de grupos de iniciativa pública o privada, como las casas de Urgisa, las Mil Quinientas viviendas, el grupo Santa Bárbara, Carsa, Nuevo Gijón y el Polígono de Pumarín, que convirtieron la zona, a ambos lados de la avenida a Oviedo, en lugar de residencia de personas trabajadoras con modestos recursos económicos.

En muchos casos no fue el sentido común ni las mínimas normas los que predominaron en cuanto a acciones urbanísticas en esta zona de Gijón, como tampoco lo fueron en otros lugares de la ciudad. De este modo, algunas edificaciones, sobre todo de la década de 1960, ante la demanda de vivienda y el inexistente o permisivo control municipal, dieron como resultado edificios altos, para mayor aprovechamiento del espacio, y sin ninguna planificación previa. En algunos casos se trató de verdadero chabolismo vertical, que levantaba los bloques sin haber planificado una mínima urbanización, es decir, sin haber trazado apenas las calles ni realizado las conducciones de agua, luz o alcantarillado.

A partir de 1949, cuando en Pumarín no había ningún edificio, la Urbanizadora Gijonesa S.A. levantó las primeras casas de nueva factura, conocidas como las «casas de la Urgisa» o «grupo Urgisa», obra de los arquitectos Valdés Larrañaga y Núñez Mera. Se construyeron tres bloques de cuatro pisos, que forman un gran triángulo, entre las calles Cataluña, Severo Ochoa y Baleares; unas vías que en aquellos años llevaban nombres de letras y que no fueron urbanizadas hasta 1962.

Aunque la idea y el primer proyecto datan de 1949, los tres bloques de Urgisa se convirtieron en realidad algunos años más tarde. El retraso fue debido a que el Ayuntamiento exigió que se corrigieran algunas deficiencias del proyecto inicial, como el ancho de los patios interiores, que al menos debía medir la cuarta parte de la altura del edificio, o el diseño de las chimeneas.

Cerca de los tres bloques está el parque de Severo Ochoa, que sirve para unir el conjunto con las Mil Quinientas, y en cuyo suelo se puede ver, desde la década de los ochenta, una obra del artista Alejandro Mieres.

Las «Mil Quinientas» viviendas de Pumarín

La historia de las Mil Quinientas comienza en 1953, cuando se encomienda al Instituto Nacional de la Vivienda la construcción de 1.500 viviendas para paliar el fuerte incremento de población que tenía Gijón en esos años. Los trámites de expropiación de terrenos comenzaron en 1955 y acabaron en 1958, cuando se empezó a levantar lo que oficialmente se llamaba Ciudad Satélite de Pumarín. Se trataba de viviendas distribuidas en bloques aislados –algo realmente novedoso entonces en residencias para obreros–, que tuvieron en una torre elevada de 20 pisos su símbolo más llamativo: un rascacielos en un barrio obrero donde había casas con ascensor.

Las 12 hectáreas de terreno elegidas estaban, en aquel entonces, verdaderamente alejadas del centro urbano, pero tenían una ventaja fundamental: estaban en el borde de la carretera a Oviedo y nada lejos de la avenida de Schulz, que llevaba a las cuencas mineras. Esas dos vías se unieron al poco tiempo mediante otra que se abrió para edificar el barrio y que lo atraviesa: la actual avenida de Gaspar García Laviana, que discurre perpendicular a ambas y que actualmente es fundamental en el tráfico en esa parte de la ciudad, al contar, ya en su origen, nada menos que con 40 metros de ancho.

En total, las 1.500 viviendas de Pumarín tienen 68 bloques de diferente altura, pintados en suaves colores: uno, de 20 pisos, y otros, de 14, 8, 5, 3 y 2 plantas. El Ayuntamiento de Gijón firmó un acuerdo en noviembre de 1960 con el Ministerio de la Vivienda mediante el cual el municipio recibió 70 de esas 1.500 viviendas para que fuesen destinadas a funcionarios. Pero las 1.500 viviendas de Pumarín recibieron a ciudadanos que habían llegado a Gijón para trabajar en diversas factorías, al igual que a familias que llevaban muchos años en la ciudad.

A la ciudad satélite fueron a vivir gijoneses y gijonesas que habían sido «expulsados» de zonas urbanas que habían pasado de estar sumamente degradadas a ser muy valoradas urbanísticamente en el inicio de la década de 1960.

Ese fue el caso del barrio de La Arena: de casas deprimidas pasaron a vivir al extrarradio de la ciudad, a Pumarín, pero en casas con baño y ascensor. De minúsculos habitáculos pasaron a tener un hogar con tres dormitorios, cocina, salón-comedor y servicio, todo un lujo, a pesar de que los materiales empleados no fuesen de óptima calidad y los desconchados fuesen evidentes a los pocos años. Llama la atención lo complicado de las direcciones postales en los primeros años. La siguiente es una dirección de un hogar en el barrio: «Las 1.500 Viviendas. Manzana 757 A. Bloque 8. Portal derecha, 1.º izquierda. Pumarín, Gijón (Oviedo)».

Las Mil Quinientas ocupan una serie de manzanas que, en algún caso, resultaron de unir varias anteriores. Durante el trazado del barrio se suprimieron calles previstas a fin de aumentar el número de casas. Entre otras, muestran dos características reseñables: al estar muchas de ellas en bloques independientes, tienen muchas ventanas, con la ventaja higiénica que eso representa en cuanto a luz y aireación, y, además, combinan zonas públicas con privadas. Todo alrededor de una variación de alturas que hasta entonces era desconocida en Gijón.

Si paseamos por las Mil Quinientas vemos todavía muy pocos comercios en ellas, y las ventanas del primer piso de cada bloque, a menos de dos metros del suelo. No eran ni son habituales las tiendas en el barrio, aunque algunos bloques tuvieron comercios en los bajos (una farmacia, por ejemplo), e incluso el conjunto contó con un edificio de baja altura que fue destinado exclusivamente para supermercado.

Es llamativa la cantidad de jardines que existen entre bloque y bloque; algunos de ellos muy cuidados y otros menos. Incluso existe una pequeña pista deportiva en la avenida de Gaspar García Laviana, que ya era un hecho en los primeros momentos del barrio y que, en la actualidad, pervive manifiestamente mejorada.

Sin duda las 1.500 viviendas de Pumarín sirvieron de muestra para barriadas posteriores, y en la historia de Gijón representaron la modernidad. Ver bloques tan altos –«rascacielos», como exageradamente se llamaban– resulta un espectáculo insólito en la ciudad de esa época, que después fue seguido, con distintos resultados, en otras partes de Gijón. Por otra parte, esta «ciudad satélite» tuvo gran importancia para revalorizar una zona muy distante del centro urbano, atrayendo hacia ella a una gran masa de población.

[NOTA: Las «Mil Quinientas», que acabaron con la dura realidad de las habitaciones con derecho a cocina o las miserables ciudadelas, fueron promovidas por el Ayuntamiento que presidía José García Bernardo.]

Carsa

Cuando en el año 1960 los primeros habitantes comenzaron a ocupar los bloques de las Mil Quinientas, puede decirse que comienza una historia nueva en Pumarín. La gran concentración humana y el éxito de la promoción motivaron, inmediatamente, la aparición de otros conjuntos en los terrenos anexos. Éste fue el caso de los llamados «grupos de Carsa» (Construcciones Ángel Rodríguez, S.A.), la misma empresa que había levantado las Mil Quinientas.

En 1959, prácticamente a la vez que las Mil Quinientas, Carsa construyó la primera fase de sus bloques: 26 edificios con 312 viviendas. En 1961, la inmobiliaria levantó 56 bloques más, con 518 viviendas; en 1963, 2 bloques con 124 viviendas, y 9 bloques con 90 viviendas.

Los grupos de Carsa son bloques con alturas de entre cinco y ocho pisos que formaban patios interiores ajardinados, y para los que el constructor Ángel Rodríguez contó con los arquitectos José Avelino Díaz y Fernández Omaña (el autor de La Escalerona, que fue arquitecto municipal hasta 1958), Juan Manuel del Busto González, Miguel Díaz Negrete, Juan Antonio Muñiz Muñiz y Celso García González.

Las casas de Carsa están situadas a ambos lados de la que se llamaba Ronda de Camiones (hoy, Gaspar García Laviana), y, al contrario que las Mil Quinientas, cuentan con bastantes comercios en sus bajos. Incluso acogieron al cine Pumarín, situado en un edificio exento de la ronda con la calle La Alcarria, que desapareció a mediados de la década de 1980. Este cine, uno de los pocos centros de diversión de los grupos de Carsa y las Mil Quinientas, era amplio y de diseño interior muy vanguardista, con el techo muy alto y el suelo de la sala de proyecciones ligeramente hundido en su parte central, con lo que la pantalla se situaba bastante alta. Esto permitía ver la película sin dificultad desde cualquier butaca, una ventaja con la que no contaban en aquel tiempo ni siquiera los cines del centro de Gijón.

Carsa construyó sus casas, en sucesivas fases, en la zona situada al este de las Mil Quinientas y en la parte más alta de Pumarín, en la calle de Bélgica y alrededores. El modo que el Estado tenía de fomentar este tipo de actuaciones urbanísticas consistía en que el constructor compraba los terrenos y corría con los gastos del primer proyecto y con parte de la mano de obra, mientras que la Administración redactaba el proyecto definitivo, suministraba material y ponía la dirección técnica.

En esa parte alta de Pumarín, ya cerca del actual Montevil, también promocionó viviendas la empresa Uninsa. En la calle de La Mancha y alrededores existe lo que para muchos representa uno de los mayores casos de improvisación urbanística, con bloques edificados, aparentemente, sin orden ni concierto. Esto dio origen a numerosos callejones y calles interiores que dan a esa parte de Pumarín un aspecto realmente original.

Todas las iniciativas, públicas y privadas, que edificaron en Pumarín a finales de la década de 1950 y durante la de 1960 dieron impulso a constructores que levantaron en años sucesivos múltiples edificios, y que pronto rodearon las primitivas casas con bloques más altos. Es el caso, por ejemplo, del conjunto de las cinco torres de Sedes, con 15 pisos, situadas en la avenida de la Constitución; pero también, desde Urgisa hacia abajo y hacia la avenida de Schulz, de otras muchas viviendas más modestas que llenaron de gijoneses y gijonesas de Pumarín calles que llevan nombres de regiones y provincias españolas.

El polígono de Pumarín

A finales de la década de 1960 Gijón era una ciudad en pleno desarrollo industrial. Fechas importantes en su historia son el mes de mayo de 1971, cuando comienza el encendido del primer alto horno de Uninsa, en Veriña, y el año de 1973, cuando Uninsa es integrada en Ensidesa, luego llamada Aceralia. Estos acontecimientos de la industrialización son decisivos para Gijón, pues a la ciudad se acercaron en esos años muchos obreros con sus familias para trabajar en la empresa siderúrgica y en las múltiples empresas complementarias de la gran factoría.

De esa necesidad de vivienda surgieron varios poblados y polígonos, como había sucedido en años anteriores, pero situados siempre en lo que entonces era el extrarradio de la ciudad. Éste fue el caso, entre otros, del Polígono del Instituto Nacional de la Vivienda en Pumarín.

En 1968 se comenzó la urbanización del Polígono, pero, por diversas causas, el proceso se demoró hasta 1974, en que se empezaron a levantar los primeros bloques: altas torres exentas con jardines alrededor.

Las primeras casas del Polígono, a cargo de la Obra Sindical del Hogar, fueron un total de 429 viviendas de seis tipos distintos, en un arco de superficie que va desde los 94 hasta los 115 metros cuadrados, y con unos precios que oscilaban entre 1.200.000 pesetas y el millón y medio. Cada nuevo residente debía aportar la mitad del total antes de la entrega de llaves, y pagar luego una cantidad al mes hasta completar el total. Con el paso del tiempo las primeras edificaciones en el Polígono se vieron incrementadas con otras, habitualmente construidas en forma de cooperativa, que fueron conformando el barrio tal como hoy lo conocemos.

La plural composición social de los vecinos del Polígono lo convierte en un ejemplo muy evidente del tipo de ciudad que es Gijón. Y es que aquí residen muchos vecinos nacidos en Gijón, pero también muchos otros originarios de las cuencas mineras asturianas, de Extremadura, de Andalucía, de Castilla... Personas de toda España que en el «mapamundi» de Gijón encontraron una ciudad acogedora donde trabajar y convertirse en gijoneses.

El lugar elegido para levantar el Polígono, entre la avenida de Portugal y la carretera a Oviedo, fue un terreno llamado Pumarín, en las cercanías de la avenida a Oviedo y conocido como La Braña al oeste. En aquel entonces tenía dos principales propietarios. Una gran parte pertenecía a Rosario Armada Ulloa, una de las hijas de Álvaro Armada y de los Ríos, marqués de San Esteban del Mar de Natahoyo y conde de Revillagigedo. Otra parte era propiedad del Ministerio del Ejército, que lo había adquirido, años antes, a Rosario Armada Ulloa para construir allí un cuartel. El cuartel no se levantó y sólo se hizo realidad un conjunto de viviendas militares para suboficiales que, proyectadas en 1946, se levantaron en la década de 1950. Durante bastante tiempo fueron las únicas casas de la zona, toda ella dedicada, hasta 1974, a prados y huertos, rodeados de las chimeneas de Moreda y Gijón, hacia el oeste, y de la fábrica de Laviada, al norte. Terrenos muy cercanos a la vía férrea y, a partir de la década de 1970, anexos a la autopista.

Las primeras licencias para construir en el Polígono se concedieron en 1972. Dos años después se materializaron los primeros bloques promovidos por cooperativas, por ejemplo, por la denominada Pablo Iglesias, que entre 1978 y 1983 promovió 232 viviendas. La constructora Sedes levantó seis torres con 360 viviendas, y Construcciones Martín León, 245 viviendas. Por lo que respecta a organismos públicos, la Obra Sindical de Hogar y Arquitectura fue la primera que levantó varios bloques, entre los años 1975 y 1979, y luego lo hizo el Instituto Nacional de la Vivienda (INV), que fue reemplazado en la década de 1980 por el Instituto para la Promoción Pública de la Vivienda (IPPV). Por su parte, el Patronato de Casas Militares edificó una torre de 13 plantas y 48 viviendas en compensación por las viviendas para suboficiales, que ya habían sido derribadas.

Las viviendas construidas más cerca de la avenida de la Constitución fueron las más valoradas, y, por tanto, las más caras. Por el contrario, las cercanas a la avenida de Portugal –donde se levantaron varios bloques de viviendas sociales– no tuvieron esa valoración, al estar más cerca de núcleos fabriles, de las vías del tren y de la autopista. En el Polígono es evidente, incluso, la diferencia de calidad de unos bloques a otros, ya que mientras unos presentaron desde el principio un aspecto inmejorable, en no pocos fueron necesarios arreglos, en la fachada y en el interior, a los pocos años. Lo que sí es común es el criterio de edificar o bien bloques de seis u ocho plantas, o bien torres de 13 y 16 plantas, ordenados en manzanas semicerradas con plazas y jardines.

Muchas torres del Polígono de Pumarín llevan denominaciones que las identifican. Por ejemplo: San Miguel, Santo Domingo, Santa Teresa, San Ignacio, Santa Cecilia, Santa Clara, Santa Bárbara, Virgen de las Nieves...

En algunos casos sus nombres son los de las cooperativas que las promovieron: Costa Verde, Fundación Mediterránea o Flor de Lis.

El Polígono de Pumarín, muy mejorado en los últimos años, sobre todo en su zona más alta, está aumentando con edificaciones en los terrenos donde estaba la fábrica de vidrios Bohemia Española. Esta factoría funcionó desde 1930 hasta 1993, y fue fundada por Ramón Truan, hermano mayor del músico Enrique Truan.

Ejemplo de los nuevos espacios y el nuevo aspecto del Polígono de Pumarín es el nuevo parque (30.000 metros cuadrados), en la franja anexa a la Escuela Oficial de Idiomas, recientemente inaugurado, que constituye una de las más extensas zonas verdes de la ciudad. El hermoso parque cuenta con varias áreas de descanso, una cancha para prácticas deportivas y sendas para caminantes, además de una cuidada repoblación de especies arbóreas.

Recientemente se ha destinado al Polígono de Pumarín un presupuesto millonario (210 millones de pesetas) para la renovación total del alumbrado. Esta actuación constituye la mayor inversión que la actual corporación municipal acordó para un barrio en cuestión de luminaria. Dos cifras sirven para entender la magnitud: son 707 nuevos puntos de luz y 40 kilómetros de cable.

Montevil

Julio Somoza, en su libro «Gijón en la Historia General de Asturias», transcribe un documento (un «papel antiguo seguramente de hacia 1650») en el que se habla de «Monte-Vil», escrito así, como un monte donde los pescadores de Gijón iban a obtener la madera para teñir sus redes, además de ser lugar de pasto en común y guarecimiento de ganados mayores y menores al estar abierto, sin cercas. Somoza dice que este monte de Pumarín acababa en lo que hoy conocemos como Llano de Arriba, y que sobre él hubo pleitos y querellas porque «Algunos particulares sin títulos verdaderos querían hacerse dueños, quitar las rozas y la leña, cerrar y apropiar para sí mismos dicho monte sin saber que estaba en posesión de los vecinos». El Gremio de los Mareantes de Gijón salió en defensa de la libertad del terreno de Montevil y La Braña, terrenos abiertos y pastos para ganados, adonde iban los ciudadanos gijoneses a cortar leña y mata para el gasto de sus casas.

En el catastro realizado en 1752 por Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada, aparece Montevil cuando se cita al entonces marqués de San Esteban del Mar de Natahoyo (en ese año, Alonso Antonio Ramírez de Jove) como propietario de estos terrenos:

«[...] en el término de Montevil el Marqués es propietario de ciento y sesenta y tres Días de Bueyes cerrados sobre sí; quarenta y nueve labrantíos, veinte y nueve de monte y veinte de yerba; veinte de prado regadío, doce de monte y ocho de yerba y cinquenta y cuatro de matorral inculto por naturaleza».

Y en el libro de «Apeos de la Casa de Cornellana», del año 1757, leemos:

«[...] las brañas e montes de Montevile que su propiedad es del dicho Don Alfonso, e su casa e el uso e pasto de el común de dicha aldea de Ciares por haberlo ansí donado a los dichos vecinos el dicho señor capitán Pedro Menéndez Valdés, abuelo del dicho Don Alfonso».

En el mismo año de 1757 Montevil es mencionado varias veces en el mismo libro y se sitúa en terrenos pertenecientes a la casa de San Andrés de Cornellana, unas veces citado como «prados de Montevil», y otras, como «llosa de Montevil».

Doscientos años más tarde, en las expropiaciones anteriores a la construcción de las Mil Quinientas de Pumarín, aparece el terreno en el que éstas están situadas llamándolo a veces «Pumarín», pero, otras, identificándolo como Montevil. Algunos años antes (a finales de la década de 1940), cuando se iniciaron los trámites para los bloques de Urgisa, que hoy nadie situaría en Montevil, la licencia que da el Ayuntamiento a Urgisa los situaba «en Montevil, barrio de Pumarín».

El actual Montevil es una zona muy distinta, y supuso una de las operaciones urbanísticas de mayor envergadura en el Gijón contemporáneo, realizada, como la de El Llano, por SOGEPSA, la sociedad regional para la gestión y promoción del suelo. Desde que en el mes de abril del año 1996 el entonces alcalde de Gijón, Vicente Álvarez Areces, puso la primera piedra de la pionera cooperativa, han sido muchos los edificios construidos en un lugar verdaderamente privilegiado, y nos referimos a edificios tanto de iniciativa pública como privada.

Una de las ventajas del nuevo barrio de Montevil es, precisamente, que fue urbanizado antes de ser habitado. Y esto, que debería ser siempre así, no lo fue en el pasado en Gijón, donde se construyeron barrios sin la menor infraestructura previa. Montevil no corresponde a ese caso de barrio improvisado. Calles anchas, extensos jardines y servicios municipales completos son un hecho desde el principio en un lugar que contaba con, al menos, tres ventajas: el lugar es ciertamente bello, las edificaciones anteriores eran prácticamente nulas y, por último, el precio de los pisos, dentro de la media, hace que muchas parejas jóvenes elijan el barrio, esa «ciudad nueva», para su residencia.

El complejo urbanístico de Montevil, que suma Montevil Este y Montevil Oeste, cuenta en la actualidad con casi 7.000 vecinos, aunque dado el ritmo de construcción y ocupación, pronto verá ampliamente superada esa cifra. El Instituto de Educación Secundaria de Montevil, hasta hace poco tiempo con sus aulas bastante saturadas, se amplió en febrero del año 2001. El incremento de locales comerciales también es notorio en el llamado Montevil Este, el que va desde la carretera Carbonera a la zona junto al Cuartel de la Guardia Civil, limitado por el sur por la zona de Roces llamada Los Caleros.

El barrio de Montevil, seguramente un desconocido para muchos gijoneses antes de 1996, ocupa una gran bolsa de terreno entre Pumarín, Contrueces, Roces y Nuevo Gijón con 4.000 viviendas. Si en las primeras edificaciones de Montevil los vecinos pagaron por sus pisos menos de 200.000 pesetas el metro cuadrado, el metro cuadrado en los de Montevil Oeste cuesta cerca de 300.000.

La construcción de Montevil logró unir Roces y Contrueces, unos barrios secularmente marginados, a la trama urbana de Gijón. Sin embargo, las casas de Montevil constituyen un tipo de edificación radicalmente distinto al que vemos en esos barrios vecinos. Más bien puede considerarse un tipo cercano al que abunda en Viesques y en otro nuevo barrio gijonés, el de Moreda, con amplios jardines y formando una ciudad dentro de una ciudad.

Llama la atención, no obstante, una serie de viviendas sociales en la plaza de Jacques-Ives Cousteau, en el edificio número 8, conocido como Virgen de Covadonga. Se trata de un bloque de viviendas sociales de cinco plantas, donde residen 128 familias, con un entramado interno muy peculiar, similar a una inmensa corrala decimonónica. Un original ejemplo de ese tipo de vivienda colectiva obrera, pero adaptada al siglo XXI, con un enorme patio común al que dan una serie de corredores donde se encuentran las entradas a cada casa.

Además de calles nuevas, zonas verdes y áreas deportivas, la construcción de Montevil supuso, también, la creación de muchos puestos de trabajo, tanto en iniciativas privadas como a través de asociaciones de vecinos y sindicales agrupadas en cooperativas.

Montevil dio lugar a que pasasen al callejero de Gijón nombres de la Generación del 98, como Antonio Machado, Azorín, Miguel de Unamuno, Ramón María del Valle Inclán o Pío Baroja. Hace muy poco, la gijonesa María Elvira Muñiz, catedrática de Literatura, fue homenajeada con una calle en el barrio, incrementando la cuota de nombres femeninos en las calles de Gijón. Otras mujeres que dan nombre a las vías de Montevil Oeste son la también profesora Luisa Balanzat y de Cavo, la bailaora gitana Carmen Amaya, la actriz y empresaria María Guerrero, la poetisa mejicana del siglo XVII sor Juana Inés de la Cruz, y, en Montevil Este, quien fuera Premio Nobel de la Paz en el año 1992, la líder de los indígenas guatemaltecos Rigoberta Menchú.

Fuente: «Los barrios del Sur», libro editado por el Ayuntamiento de Gijón (julio del año 2002), con texto general de Luis Miguel Piñera Entrialgo y textos sobre espacios verdes de Francisco Javier Granda Álvare